Todas las que como yo han pasado por el tortuoso camino que supone bajarse alguna aplicación como tinder, wapa, y ya no sé qué más hay, sabrán que no hay nada más frustrante que el lento pasar de los días en un lugar que parece que jamás te dará lo que quieres o necesitas.
Hacer match y que no te hablen, o que la conversación termine un día así de la nada, tener mucha química con alguien y que de pronto vuelva con la ex (ya que estaba ahí en tinder para sacarle celos o para encontrarla), ver desplegado de pronto todo un abanico de trastorno mentales o diversas superficialidades (y no me siento extremadamente profunda), las infernales y cada vez más frecuentes propuestas de tríos, las insoportables fotos de culos en pompa o en ropa interior muy choni… y podría seguir hasta el infinito.
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En ese infierno estaba metida yo, penando que seguramente era la única bollera normal del universo de la soltería, cuando la sonrisa más bonita del mundo me hizo match. No me alegré en exceso, ya sabemos que el match no significa nada. Pero, para mi sorpresa, a esa sonrisa le siguió una conversación amena y divertida, inteligente e interesante.
Le propuse tomar un café y me cambió el café por una copa de vino. ¡Me encantó! Traté de ir a la cita sin ninguna expectativa, puesto que cinco meses en tinder, teniendo muchas citas y conversaciones me habían vuelto ya bastante cínica.
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Pero ahí estaba, y era tanto más guapa que en sus fotos. No daba crédito a lo bien que estaba yendo, me gustaba todo de ella, hasta el momento en que dijo… me he divorciado hace un año. Anda, había no una ex esposa, no, sino que un ex marido. Y la sorpresa final, una niña de 4 años.
Si algo se me derrumbó por dentro, tardé diez minutos en volver a venirme arriba, porque su encanto arrasaba con todo. Le pregunté directamente si era una de esas tantas hetero que buscan una aventura lésbica en tinder, cruzando los dedos para que no. Y no, para mi sorpresa ya había tenido varias relaciones con mujeres.
A esa cita siguió dos días después una cena romántica, y después otra, y luego otra. Pero nunca venía el sexo. Me rayé. Se lo pregunté directamente. Me dijo que necesitaba conocerme más para lograr una verdadera intimidad, que le gustaba macerar el deseo. Todo eso era nuevo para mí, pero ahí me quedé, macerando el deseo. Cualquier cosa era mejor que reincidir en tinder.
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Me gustaba muchísimo, pero sentía que nuestras vidas eran tan diferentes que simplemente me dejé llevar para ver qué salía de ahí sin tener ninguna expectativa.
Y quizás por eso mismo, salió tan bien. Al mes de conocernos tuvimos sexo por primera vez y fue alucinante. Ya no pudimos separarnos más. Eventualmente conocí a su hija, y yo que no soy nada «niñera» me encariñé rápidamente. Hasta mis padres adoran a la pequeña.
Todo se ha dado fácil, con ella, con la niña, todo ha encajado simplemente. La miro y sé que es la mujer de mi vida, que son las mujeres de mi vida. Tenemos planes de familia, casarnos, tener algún otro bebé. Yo, que hace casi dos años me bajé el tinder para encontrar un entretenimiento, encontré a mi familia.
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