Si tuviera que marcar un antes y un después en mi vida no sería el día que me casé con mi esposa, Carolina. Ni siquiera el día que un test nos dio la mejor noticia del mundo, que estábamos embarazadas.
El antes y el después lo marca el día que cogí en brazos por primera vez a Darío. Había estado primero en mi cuerpo, como un óvulo. En un laboratorio de IVI Barcelona ese óvulo se unió a un espermatozoide, y así nació un embrión que se desarrolló 38 semanas en el cuerpo de mi querida mujer.
Recuerdo que empezamos 2021 agotadas de la pandemia y con la ilusión de querer convertirnos en mamás. No sabíamos si podíamos conseguirlo, tenemos amigas que han tardado años en lograrlo y otras que no lo han hecho.
Nos decidimos por un pack diagnóstico que ofrece IVI para parejas de lesbianas. Por solo 120€ nos hicieron pruebas a Carolina y a mí para evaluar cuál de las dos tenía más posibilidades de conseguir un embarazo exitoso. Mi reserva ovárica era muy buena, por ende mis óvulos estaban más preparados. Mi chica, deportista, tenía una salud perfecta y estaba mejor preparada para llevar a cabo el embarazo.
Hace 8 días Carolina dio a luz. Y eso fue el antes y el después en mi vida. No solo porque mi corazón se abrió de manera irrevocable e irreversible, sino que porque sentí la gran responsabilidad de ser una madre lesbiana.
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No, no es lo mismo ser una madre que una madre lesbiana. En el hospital me preguntaron 2 veces si mi esposa era mi hermana. Ayer, en el ascensor, llevando a Darío en brazos, una mujer me dijo: “su marido estará feliz”.
Mi hijo tiene solo 8 días, y en estos 8 días no solo he estado abocada a disfrutar y a amar, sino que también a reivindicar. Una madre lesbiana no es simplemente una madre. Hay un trabajo aún de educación social y una necesidad de normalizar por el bien de mi hijo y todos nuestros hijos.
Feliz 2022, por un año lleno de amor y visibilidad.
