«Nací en Barcelona en un hogar que estaba formado por una mamá y un papá. Mis padres se casaron muy jóvenes, y yo, que soy la hija mayor, nací cuando tenían 21 años. Dos años después nació mi hermano y cuando yo tenía 5 nació mi hermana menor.
Mi madre y mi padre trabajaban, se llevaban bien y eran buenos con nosotros, pensé que éramos una familia normal, por eso me sorprendió cuando hablaron con nosotros y nos contaron que se iban a divorciar.
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Teníamos 14, 12 y 9 años, pero no éramos niños difíciles así que aunque tuvimos mucha pena nos adaptamos a la nueva situación y empezamos a pasar la mitad del tiempo en casa de mamá y la otra en casa de papá.
Papá se echó novia y mamá estuvo dos años sin llevar a nadie a casa. Un día nos trajo a una amiga. Se llamaba Silvia. Era diferente al resto de amigas de mamá, tenía el pelo corto y tenía unos tatuajes muy chulos. No sé, era como muy moderna en comparación al ambiente de mamá.
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Tenía un piercing en la ceja y tenía mucho rollo. Conectamos rápido con ella porque era divertida y relajada. Empezamos a salir los cinco, al cine, a cenar pizza y hamburguesas, a dar paseos en bicicleta.
Una tarde mamá estaba nerviosa. Nos reunió en el salón y nos dijo que quería decirnos algo muy importante, que estaba enamorada de su amiga Silvia. Nos quedamos a cuadros. ¿Cómo iba a estar enamorada de una mujer?, ¿qué nos estaba contando?
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Mamá se puso a llorar y nos dijo que aunque había querido mucho a papá, que había sido su primer novio, que se sentía muy agradecida porque nos había tenido a nosotros, nunca se había cuestionado su sexualidad y que creyó que lo sentía era amor. Pero que ahora se daba cuenta de que no podía enamorarse realmente de los hombres porque a ella le gustaban las chicas.
Mis hermanos la abrazaron y le dijeron que todo estaba bien, no sé por qué pero yo me comporté de manera más cabrona. Le dije que no quería que mis amigas supieran que ella era <<bollera>>. No sé por qué dije eso porque además yo tenía dos amigos gays, creo que simplemente lo hice porque sentí rabia de no haber sabido la verdad antes, o de que estuviera con Silvia y la hiciera pasar como una amiga.
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Pero yo misma me di cuenta de que estaba siendo cabrona y al día siguiente le pedí perdón. Creo que realmente es súper duro pasarte toda tu vida pensando que eres hetero pero no siendo feliz. Mi mamá salió del armario a los 37 años, cuantos años perdidos.
Estuvo con Silvia dos año, después estuvo conociendo a otras chicas pero no pasó nada interesante por su vida. Pero desde hace un año está con María José, feliz y enamorada como no la habíamos visto nunca. En 2020 se van a casar y quieren tener un hijo juntas. Nos hace una ilusión tremenda en que nos de un hermanito.
Mis hermanos y yo estamos ya mayores. Yo tengo 20 y mis hermanos 18 y 15. Ha pasado ya tiempo, el día que mi madre nos dijo que era lesbiana nos dio una lección de vida, de coraje y de amor.
Estamos orgullosas de nuestra madre. Ha sido muy valiente para ser feliz. Ya llevamos dos años yendo con ella al Orgullo Gay, ha sido muy divertido y el último año fui con todos mis amigos».
Sara M.
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