«Susana y yo éramos la típica pareja que no podíamos tener las manos quietas, desde que nos liamos por primera vez en 2013, no podíamos dejar de tocarnos, besarnos… Nuestra vida sexual era realmente fabulosa.
El deseo era intenso y recíproco, y pasaban los años y no disminuía. Es verdad que tres años después no teníamos sexo todos los días, pero sí tres o cuatro veces a la semana. Mis momentos favoritos eran las duchas juntas por la noche, los encuentros sexuales sábados y domingos por la mañana, después de desayunar…
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Yo fui la primera en embarazarme de las dos, de nuestra preciosa princesa. Tener a nuestra pequeña nos unió muchísimo a nivel emocional, sentimos que habíamos dado un paso tan grande, pero fui sintiendo rápidamente los efectos de la maternidad. Estaba agotada, la lactancia fue muy dura y muy demandante. Mi deseo sexual cayó a los suelos. Nunca me había pasado. Pero solo quería estar en los brazos de Susana para dormir y para que me hiciera un masaje, nada más.
Para Susana fue difícil. Cuando nuestra princesa tenía seis meses las dos estábamos en nuestros trabajos, llevábamos muy bien la rutina, teníamos una chica que nos ayudaba con las tareas de la casa y los cuidados de la bebé, pero aún así, aunque había tiempo y organización, yo seguía sin sentir deseo sexual. Era como si no necesitara el sexo.
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No sé si lo sabéis pero la lactancia, que es maravillosa, tiene efectos en el deseo sexual, lo baja considerablemente.
18 meses después se embarazó Susana del embrión que teníamos congelado de cuando yo me hice la FIV. De ahí hemos tenido a nuestra nueva princesita. Susana también da el pecho.
¿Qué os puedo contar? Que somos muy felices, la maternidad es el amor más grande que se puede llegar a sentir, es increíble. Pero sí nuestra vida sexual ha sufrido las consecuencias.
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¿Os acordáis de esos polvos mañaneros de fin de semana? Ni hablar. ¿Esas duchas juntas por la noche? Con suerte una vez al mes y rapidita. A veces yo tengo muchas ganas y Susana solo quiere dormir. Otras veces Susana ha querido y yo prefería terminar de ver una película. ¡No me reconozco!
Es difícil que nuestros deseos coincidan. Nos amamos, nos amamos más que nunca, pero nos cuesta encontrar espacios para tocarnos. Los encuentros sexuales, cuando los hay, quizás dos al mes, son rápidos, nada de esa dedicación, ese perdernos en la piel de la otra.
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¿Nos arrepentimos de haber tenido hijas? No, en lo absoluto. Formar una familia es lo mejor que nos ha pasado. Entendemos que la vida sexual va perdiendo calidad. Debemos buscar espacios para nosotras, sí, lo sabemos, pero de momento nuestras hijas son muy pequeñitas y están pegadas a nosotras.
El deseo no es estático, lo hemos hablado, no lo vemos como una crisis, sabemos que cuando nuestras peques sean más independientes seguramente tendremos más tiempo para nosotras y para reencontrarnos con nuestra sexualidad».
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