Cuando tu mejor amiga «hetero» se convierte en tu esposa

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cuando tu mejor amiga hetero se convierte en tu esposa

Alicia y yo nos conocimos en la universidad y la química fue inmediata. Y no hablo de química amorosa, en ese tiempo ambas nos sentíamos heterosexuales, era más bien una conexión increíble, podíamos pasarnos un día completo hablando y al día siguiente seguíamos teniendo mil temas.

En mi segundo año universitario me lie una noche de fiesta con una chica y la verdad es que me encantó. Me enamoré, fue mi primera novia y estuvimos tres años juntas. Alicia siempre me apoyó mucho y se llevaba muy bien con mis parejas, aunque también me celaba en mis relaciones, decía que no quería que le quitara tiempo a lo nuestro.

Alicia era una ligona, siempre fue muy guapa y tenía una personalidad arrolladora, por lo que era difícil verla soltera, siempre tenía parejas y aventuras.

A los 27 años Alicia se quedó embarazada y se casó con su novio de ese momento. Estaba muy ilusionada con su hijo pero con los años me decía que se sentía harta de su esposo. A los 32 se divorció y comenzó a vivir la vida loca, como dice la canción de Ricky Martin.

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Durante todos esos años Ali y yo seguíamos muy unidas, nos quedábamos muchas veces la una en la casa de la otra, yo a Javi, su hijo, lo trataba como si fuera uno de mis sobrinos, le vi crecer desde que estaba en el útero así que le quería mucho.

Cuando las dos teníamos 35 años decidimos hacer un viaje aventura juntas. Nos fuimos a recorrer Vietnam un mes. Javi se quedó con su padre. No sé que fue, si el estar en ese lugar tan mágico, si el sentirnos tan libres y llenas de vida, o el que simplemente era nuestro destino. Una noche nos emborrachamos en un bar que estaba en la misma playa, era precioso. Nos fuimos a la habitación, compartíamos cama como muchas otras veces habíamos hecho, estábamos muertas de la risa por cualquier cosa, en ese momento Ali se me acercó y me besó. La cosa se fue calentando y nos acostamos.

A la mañana siguiente me desperté antes que ella y me sentí mal. Pensé que quizás estaría avergonzada o que sentiría que yo me había aprovechado de ella, después de todo yo era la lesbiana y ella la heterosexual. Pero todo lo contrario, se despertó con una gran sonrisa y me dio un beso en la boca. «Tenemos que repetir lo de anoche, ¿eh? Vaya polvazo», me dijo. Y yo me sonrojé.

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El resto del viaje lo vivimos como si fuéramos pareja, teníamos sexo, nos dábamos muchos mimos, no sé. Y el punto es que no era raro, era natural.

Yo estaba muy a gusto, pero pensaba que era parte de lo vivido en Vietnam, que al volver a Madrid volveríamos a ser las mejores amigas de toda la vida, y eso me entristecía. Yo siempre había adorado a Ali, y ahora conocerla de esa manera me había hecho engancharme de ella, así que decidí protegerme y fui yo la que empezó a estar más distante cuando regresamos.

Pero me duró poco. Ali me buscó, habló conmigo y me explicó que en algunas ocasiones había fantaseado con la idea de liarse conmigo, pero que nunca lo había intentado, que tenía ganas de que intentáramos estar juntas, que tenía miedo de cargarse nuestra amistado pero que era más fuerte las ganas de vivirlo.

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Y lo vivimos. Y lo seguimos viviendo. Ya han pasado dos años del viaje a Vietnam, tenemos una casa bonita en la que vivimos con Javi y en la que esperamos a nuestro primer hijo juntas. 

Dicen que el amor está donde menos lo imaginas, y no puedo estar más de acuerdo.

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