Soy una madre no gestante a la que le quitaron a su hija

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Mamá no gestante
Mamá no gestante

«Me llamo Rosa y soy mamá, aunque no tengo los abrazos de mis hija ni he podido hablar con ella en el último año. Pero soy madre y mi casa aún está llena de cosas de mi hija.

Mi historia empezó cuando hace cinco años me presentaron a Claudia, una mujer bisexual que tenía una preciosa bebita de siete meses, y era amiga de unas amigas.

Claudia y yo nos gustamos, empezamos a salir, pero claro, al tener ella una bebita no fue una relación como las habituales, porque eran muy pocas las veces que podíamos salir las dos solas, la niña solía estar siempre con nosotras.

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No fui yo la que me confundí, yo no andaba buscando ser mamá de nadie, Claudia era mi pareja y la niña era su hija. Fue Claudia la que me empezó a involucrar. Ella se había embarazado de su ex novio pero él no quiso saber nada de la niña nunca. Cuando ella se quedó embarazada él le dijo que no sabía si era de él y terminó la relación.

Cuando ya llevábamos tres meses de relación Claudia me propuso que nos fuéramos a vivir juntas, y después que criáramos a la niña como hija de las dos. En nuestro país no está aprobada la adopción de parejas del mismo sexo así que no se hizo legal, pero a todos los efectos yo era la mamá.

Dormíamos con ella, yo la llevaba a la guardería y la iba a recoger, le preparaba la comida, la bañaba, la presenté en mi familia como mi hija y tal cual la adoraba. También me hacía cargo de sus gastos, ya que yo ganaba en mi trabajo más que Claudia.

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La niña me llamaba mami y a Claudia mamá. Teníamos un vínculo muy fuerte que empezó a deteriorarse cuando el padre quiso tener contacto con ella. La niña tenía 3 añitos en ese momento.

Yo le dije a Claudia que me parecía un impresentable pero que entendía que el derecho de la niña de conocer a su padre primaba por sobre todo. Pero que tenía que dejarle muy claro que la niña tenía dos mamás.

El hombre este empezó a venir a ver a la niña y a buscarla, era muy desagradable conmigo e iba de conquistador con Claudia, seguramente el que ahora tuviera una relación con una mujer ofendía su hombría.

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Así pasamos un año donde yo me sentía muy incómoda. Un día ya me harté, cuando la niña vino a mi y me dijo: «mami, dice papá que tú no eres mi mamá y que tengo que llamarte Rosa. Yo le dije que no».

Enfurecida hablé con Claudia, le dije que esto me parecía una falta de respeto tremenda, que qué se creía él para venir a meterse de esa forma en nuestra familia. Claudia me dijo que era por el bien de la niña, que aunque yo fuera «como» una madre para mi hija mejor dejáramos de decirle eso porque no quería que fuera la niña rara con dos mamás, cuando en su colegio no había ningún otro niño así.

Me dolió mucho, comenzaron las peleas. Cuento corto: Claudia y yo nos separamos, ella se fue a vivir con un familiar. Al comienzo yo tenía a la niña dos días a la semana, y nuestra relación era profundamente maravillosa. Después me fue poniendo más y más restricciones hasta que hace nueve meses que no puedo verla.

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Legalmente no tengo ningún derecho, aunque durante más de cuatro años haya ejercido y la haya amado como su mamá, aunque para ella yo sea su mami, aunque pregunte por mi. Me duele pensar que ella pueda creer que yo la abandoné, que tenga que cargar con esa pérdida, solo porque su madre tiene pareja nueva.

Ahora está viviendo con otra mujer y en esta nueva relación si cabe el padre de la niña, que tiene derecho a visitas aunque la haya abandonado tres años, pero no quepo yo.

Es tan doloroso y tan injusto, y solo espero que en este país se aprueben ya las leyes más inclusivas porque si yo hubiese podido adoptarla, nada de esto habría pasado jamás. Seguimos siendo ciudadanos de segunda».

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