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Madres y lesbianas: nuestra visibilidad define el tipo de personas que serán nuestros hijos

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La visibilidad lésbica de las madres lesbianas
La visibilidad lésbica de las madres lesbianas

Y llega el día donde todo parece un sueño hecho realidad. Coges a tu recién nacido en brazos (o a tu bebé o niño ya mayor si es adopción) y piensas que la vida es maravillosa, te inundas de amor y alegría. Todo es perfecto. ¿O no?

No, la verdad es que no. Ese bebé que te quita el sueño (léase como algo positivo y negativo a la vez) empieza a crecer y el mundo no es tan idílico. En los dibujos animados empiezan a aparecer los modelos de familia que no se parecen a la tuya, hay mamá y papá, como en la mayoría de cuentos infantiles.

VER: Mi historia de amor particular, o por qué mi hija tiene 4 mamás

Los libros infantiles sobre diversidad familiar no colman las librerías, normalmente son de editoriales pequeñas y debes buscar bien. Te haces especialista.

Asistes a las jornadas de puertas abiertas de los coles y preguntas cosas diferentes a otros padres y madres, cosas como ¿trabajáis la diversidad familiar en este centro? Te ves llevándole a la profesora diversos cuentos con modelos de familia inclusivos para que los lea en clase.

VER: Esta pareja de lesbianas adopta a 3 hermanos para que no los separen

Te ves a ti misma explicando a tus peques cosas que no se normalizan cuando ven la televisión, cuando miran a su entorno, cosas como que las familias son todas diferentes, las hay de un progenitor, de mamá y papá, de dos mamás, dos papás, de solo abuelos, etcétera, y que no importa la composición, solo el amor. Te ves buscando dibujos animados y películas inclusivos, mostrando que Andy, de Toy Story, o Dumbo, solo tienen madre, que son familias monoparentales, y que una patita en PatoAventuras tiene dos papás. Y eres tan feliz por ello.

VER: La Primera Ministra de Finlandia, orgullosa hija de dos mamás

Te ves a ti misma corrigiendo a gente o saliendo continuamente del armario, con tus hijos delante o sin ellos, puesto que la gente suele asumir que si eres mujer y llevas un bebé en brazos, ese bebé tiene un padre en algún sitio, e insisten en preguntarte por él. Y entonces tú, como si tu misión de vida fuera educar a la sociedad (por eso te cabrean tanto las discusiones sobre el pin parental), explicas que no hay padre, que hay donante, que lo que hay es otra mamá.

VER: Zach Wahls, el senador, hijo de madres lesbianas, que lucha por la diversidad LGTB

Y entonces, como si en tu frente hubiera un letrero de «pregúntamelo todo», puedes llegar a escuchar preguntas muy íntima, frente a tus hijos, sobre cómo lo hicisteis, quién es la mamá «verdadera» (apelativo que en una sociedad sin educación recibe la gestante), que si conocíamos al «padre» (apelativo que en una sociedad sin educación recibe el donante de esperma), que como se toman nuestros hijos no tener un padre, que si se meten en el cole con ellos. Insisto, muchas veces frente a nuestros peques.

VER: La lucha de dos madres contra el cáncer de su bebé y la lesbofobia

Y entonces te ves a ti misma sorteando obstáculos que otras madres, las heterosexuales, no sortean. Te ves a ti misma empoderando a tus hijos, poniendo siempre por encima el amor y la educación, poniendo por encima el respeto, enseñándoles sobre tolerancia y también a responder sobre sus orígenes, sobre su familia, etcétera.

La maternidad lésbica es un continuo trabajo de visibilidad. Un trabajo diario de pequeñas acciones que, con el paso de los años, tienen una gran recompensa: la forma de ser de tus hijos. 

VER: La lección de vida que nos dio mi madre cuando salió del armario

Un cuento, unos dibujos, el master en diversidad y amor que sueltas a los desconocidos en el autobús o en la panadería, tus esfuerzos para que conozcan a niños con distintos tipos de familia, tu propia lucha y tu propia visibilidad terminan calando en ellos. Terminan definiéndolos como seres humanos. 

Y entonces un día los ves, tan abiertos, tan tolerantes, tan respetuosos. Lo dicen los estudios sobre familias homoparentales pero también me lo ha mostrado la vida. Un día ves cómo son tus hijos y te das cuenta que todas esas pequeñas batallas valieron la pena. Porque nuestra Visibilidad Lésbica es un regalo para nosotras y también para ellos.

«El día que mi madre nos contó que era lesbiana nos dio una lección de vida»

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Mi mamá es lesbiana
Mi mamá es lesbiana

«Nací en Barcelona en un hogar que estaba formado por una mamá y un papá. Mis padres se casaron muy jóvenes, y yo, que soy la hija mayor, nací cuando tenían 21 años. Dos años después nació mi hermano y cuando yo tenía 5 nació mi hermana menor.

Mi madre y mi padre trabajaban, se llevaban bien y eran buenos con nosotros, pensé que éramos una familia normal, por eso me sorprendió cuando hablaron con nosotros y nos contaron que se iban a divorciar.

VER: El primer cuento infantil sobre madres lesbianas que se divorcian

Teníamos 14, 12 y 9 años, pero no éramos niños difíciles así que aunque tuvimos mucha pena nos adaptamos a la nueva situación y empezamos a pasar la mitad del tiempo en casa de mamá y la otra en casa de papá.

Papá se echó novia y mamá estuvo dos años sin llevar a nadie a casa. Un día nos trajo a una amiga. Se llamaba Silvia. Era diferente al resto de amigas de mamá, tenía el pelo corto y tenía unos tatuajes muy chulos. No sé, era como muy moderna en comparación al ambiente de mamá.

VER: Yo, una mujer heterosexual, me enamoré de una madre lesbiana soltera

Tenía un piercing en la ceja y tenía mucho rollo. Conectamos rápido con ella porque era  divertida y relajada. Empezamos a salir los cinco, al cine, a cenar pizza y hamburguesas, a dar paseos en bicicleta.

Una tarde mamá estaba nerviosa. Nos reunió en el salón y nos dijo que quería decirnos algo muy importante, que estaba enamorada de su amiga Silvia. Nos quedamos a cuadros. ¿Cómo iba a estar enamorada de una mujer?, ¿qué nos estaba contando?

VER: Esta pareja de lesbianas logró embarazarse por el método ropa vendiendo alfajores por internet

Mamá se puso a llorar y nos dijo que aunque había querido mucho a papá, que había sido su primer novio, que se sentía muy agradecida porque nos había tenido a nosotros, nunca se había cuestionado su sexualidad y que creyó que lo sentía era amor. Pero que ahora se daba cuenta de que no podía enamorarse realmente de los hombres porque a ella le gustaban las chicas.

Mis hermanos la abrazaron y le dijeron que todo estaba bien, no sé por qué pero yo me comporté de manera más cabrona. Le dije que no quería que mis amigas supieran que ella era <<bollera>>. No sé por qué dije eso porque además yo tenía dos amigos gays, creo que simplemente lo hice porque sentí rabia de no haber sabido la verdad antes, o de que estuviera con Silvia y la hiciera pasar como una amiga.

VER: Descubrir que soy lesbiana después de los 40 años

Pero yo misma me di cuenta de que estaba siendo cabrona y al día siguiente le pedí perdón. Creo que realmente es súper duro pasarte toda tu vida pensando que eres hetero pero no siendo feliz. Mi mamá salió del armario a los 37 años, cuantos años perdidos.

Estuvo con Silvia dos año, después estuvo conociendo a otras chicas pero no pasó nada interesante por su vida. Pero desde hace un año está con María José, feliz y enamorada como no la habíamos visto nunca. En 2020 se van a casar y quieren tener un hijo juntas. Nos hace una ilusión tremenda en que nos de un hermanito.

Mis hermanos y yo estamos ya mayores. Yo tengo 20 y mis hermanos 18 y 15. Ha pasado ya tiempo, el día que mi madre nos dijo que era lesbiana nos dio una lección de vida, de coraje y de amor.

Estamos orgullosas de nuestra madre. Ha sido muy valiente para ser feliz. Ya llevamos dos años yendo con ella al Orgullo Gay, ha sido muy divertido y el último año fui con todos mis amigos».

Sara M.

Si quieres puedes enviarnos tu historia a info@madreslesbianas.com

«Cuando por más que lo intentas, no logras embarazarte y eso afecta tu relación de pareja»

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No logro el embarazo
No logro el embarazo

«Me ha encantado descubrir la web madres lesbianas, sin duda muy necesaria para darle visibilidad a nuestras familias y crear un espacio seguro para mamás, para compartir.

Mi historia todavía no es una historia feliz. Mi novia Ángela y yo llevamos tres años intentando tener un hijo. Empezamos cuando yo tenía 37 y ella 39. Como es mayor comenzamos con su útero, intentado que ella se embarazara primero.

Se realizó tres inseminaciones artificiales y una FIV. Nada. 

VER: «Mi hija tiene 4 mamás, esta es mi particular historia de amor»

En esos tres tratamientos nos gastamos más o menos 8 mil euros y quedamos devastadas. Como si nos hubiera arrasado un tsunami. Iniciábamos cada tratamiento con tanta ilusión, y cada prueba negativa era tan dolorosa…

Ángela tuvo que renunciar a tener un embarazo, pero no un hijo, así que decidimos que el intento tenía que hacerlo yo. Nos saltamos las inseminaciones, decidimos ir directamente a las FIV.

VER: «Soy madre y bisexual, y le doy miedo a las lesbianas»

Me hice la primera FIV y tuvimos cuatro embriones. ¡Me embaracé al primero! No sabéis la felicidad máxima que sentimos. A las 8 semanas un aborto. Nos vinimos abajo. Me embaracé con el cuarto, otra vez aborto.

Después de unos meses de descanso volvimos a hacer una segunda FIV, esta vez con diagnóstico pregestacional. De esta nos salieron tres embriones de buena calidad. El primer embrión lo recibí en marzo no cuajó. Nos quedan dos. El confinamiento nos ha llevado a tener que esperar puesto que no se recomienda que en este tiempo se hagan nuevos tratamientos.

¿Después de tres años intentando ser mamás, qué ha pasado en nuestra relación?

  • Estamos más tristes. Los negativos son muy duros, nuestros deseos de tener un bebé muy grandes. En estos tres años mi hermana y dos amigas han conseguido embarazarse. Los bebés de nuestro entorno son una gran alegría y a la vez una gran tristeza, nos recuerda que nosotras no hemos podido.

VER: El primer cuento infantil para hijos de madres lesbianas divorciadas

  • Empezamos todo esto fuertes, felices, imaginando todo lo que haríamos con nuestro bebé. Después de tres años todos estos planes duelen, nos sentimos más vacías, os falta algo.
  • No disfrutamos tanto como antes, aunque nos riamos y hagamos cosas divertidas, hay una sensación de amargura.Ver: Seguir o no seguir. ¿Cómo hacer que una relación en crisis funcione?
  • Tenemos más discusiones, más piques. Al principio de todo esto nos apoyábamos y cuidábamos mucho con cada negativo, ahora cuesta más apoyar a la otra cuando una está echa polvo.
  • Llevamos gastados más de 16 mil euros, lo que quiere decir que llevamos 3 años ahorrando mucho, evitando darnos gustos como viajar, restaurantes más caros, caprichos… Todo lo que ganamos está destinado a vivir y ahorrar para los tratamientos.
  • Nos hemos hecho estudios, estamos bien, los médicos aún no se explican que no hayamos logrado el embarazo. Eso es más frustrante aún.
  • El no conseguir tener a nuestro bebé también nos ha hecho mella en la vida sexual, cuando una pareja está mal, también se nota en la cama.

Nos quedan dos embriones, se supone que son embriones que han pasado pruebas y que están muy bien, hay muchas esperanzas, pero después de eso, ¿qué? ¿Si no resulta? ¿Seguir hasta arruinarnos del todo? ¿Con qué coste emocional? ¿Cuándo parar?

VER: Yo, una mujer heterosexual, me enamoré de una madre lesbiana soltera

No lo sabemos, esas preguntas aún están en el aire. Lo que sí tenemos claro es que queremos arreglar las cosas, nos queremos, y tres años de sufrimiento por no conseguir un embarazo son muy difíciles de llevar.

Terapia de pareja y de momento seguir intentando. Esperamos convertirnos en una de esas lindas historias que leemos aquí, historia de madres lesbianas con sus bebés».

Si quieres compartir tu historia, envíala a info@madreslesbianas.com

Lo que cambió en nuestra vida sexual después de tener hijos

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Vida sexual después de tener hijos
Vida sexual después de tener hijos

«Susana y yo éramos la típica pareja que no podíamos tener las manos quietas, desde que nos liamos por primera vez en 2013, no podíamos dejar de tocarnos, besarnos… Nuestra vida sexual era realmente fabulosa.

El deseo era intenso y recíproco, y pasaban los años y no disminuía. Es verdad que tres años después no teníamos sexo todos los días, pero sí tres o cuatro veces a la semana. Mis momentos favoritos eran las duchas juntas por la noche, los encuentros sexuales sábados y domingos por la mañana, después de desayunar…

VER: Cuando dejamos de tener sexo con nuestra pareja

Yo fui la primera en embarazarme de las dos, de nuestra preciosa princesa. Tener a nuestra pequeña nos unió muchísimo a nivel emocional, sentimos que habíamos dado un paso tan grande, pero fui sintiendo rápidamente los efectos de la maternidad. Estaba agotada, la lactancia fue muy dura y muy demandante. Mi deseo sexual cayó a los suelos. Nunca me había pasado. Pero solo quería estar en los brazos de Susana para dormir y para que me hiciera un masaje, nada más.

Para Susana fue difícil. Cuando nuestra princesa tenía seis meses las dos estábamos en nuestros trabajos, llevábamos muy bien la rutina, teníamos una chica que nos ayudaba con las tareas de la casa y los cuidados de la bebé, pero aún así, aunque había tiempo y organización, yo seguía sin sentir deseo sexual. Era como si no necesitara el sexo.

VER: Claves para activar la pasión

No sé si lo sabéis pero la lactancia, que es maravillosa, tiene efectos en el deseo sexual, lo baja considerablemente. 

18 meses después se embarazó Susana del embrión que teníamos congelado de cuando yo me hice la FIV. De ahí hemos tenido a nuestra nueva princesita. Susana también da el pecho.

¿Qué os puedo contar? Que somos muy felices, la maternidad es el amor más grande que se puede llegar a sentir, es increíble. Pero sí nuestra vida sexual ha sufrido las consecuencias.

VER: Miedos e inseguridades que sentimos las madres no gestantes

¿Os acordáis de esos polvos mañaneros de fin de semana? Ni hablar. ¿Esas duchas juntas por la noche? Con suerte una vez al mes y rapidita. A veces yo tengo muchas ganas y Susana solo quiere dormir. Otras veces Susana ha querido y yo prefería terminar de ver una película. ¡No me reconozco!

Es difícil que nuestros deseos coincidan. Nos amamos, nos amamos más que nunca, pero nos cuesta encontrar espacios para tocarnos. Los encuentros sexuales, cuando los hay, quizás dos al mes, son rápidos, nada de esa dedicación, ese perdernos en la piel de la otra.

VER: Esta pareja de lesbianas adopta a 3 hermanos para que no los separen

¿Nos arrepentimos de haber tenido hijas? No, en lo absoluto. Formar una familia es lo mejor que nos ha pasado. Entendemos que la vida sexual va perdiendo calidad. Debemos buscar espacios para nosotras, sí, lo sabemos, pero de momento nuestras hijas son muy pequeñitas y están pegadas a nosotras.

El deseo no es estático, lo hemos hablado, no lo vemos como una crisis, sabemos que cuando nuestras peques sean más independientes seguramente tendremos más tiempo para nosotras y para reencontrarnos con nuestra sexualidad».

VER: Yo, una mujer heterosexual, me enamoré de una madre lesbiana soltera

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Miedos e inseguridades que sentimos las madres no gestantes

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Madre lesbiana no gestante
Madre lesbiana no gestante

«Me llamo Cristina, soy lesbiana, argentina, y vivo en Valencia hace diez años. Tengo dos hijos que son mi mundo entero: Rafa, de 6 años e Isabella de 3.

Son mis hijos pero no gesté a ninguno de los dos. No los llevé en mi vientre, pero soy tan mamá de ellos como Clara, mi ex esposa, con quien nos divorciamos hace 18 meses.

VER: Yo soy la madre no gestante

No gesté a los niños, ni tampoco son mis óvulos, como suelen hacer parejas de lesbianas en el método ropa, para participar las dos activamente del nacimiento de los hijos en común.

Rafita e Isa nacieron por inseminaciones artificiales que se hizo Clara, los procedimientos más baratos de reproducción asistida. Ambas inseminaciones se las hizo ella porque como no teníamos semen del mismo donante queríamos que al menos fueran hermanos biológicos por parte materna.

VER: El primer cuento infantil para hijos de madres lesbianas divorciadas

Una vez hablando con otras mamás no gestantes nos dimos cuenta de que compartíamos algunos miedos e inseguridades, sobre todo durante el embarazo:

  • Que nuestro hijo quisiera más a su madre gestante
    Cuando Rafa nació sentí el amor más grande del mundo, pero también tenía un miedo que empezó en el embarazo, que Rafa quisiera más a Clara, que no me sintiera como su «mamá real» porque yo no lo había cargado en la tripa o porque no teníamos nada genético. Además Clara y él estaban muy unidos por la lactancia. Todos esos miedos eran naturales, pero no son reales ni están justificados. Es verdad que mis hijos han tenido desde el principio un lazo muy fuerte con Clara, por el pecho, en ningún momento. Cuando eran bebés y tenían sueño recurrían a ella, buscaban la teta, la calma. Pero a medida que iban creciendo las cosas se fueron nivelando. Ellos no hacen diferencia, aunque es verdad que Rafa tiene más complicidad conmigo e Isa más con Clara, pero es como pasa en todas las familias.

    VER: Mi hija tiene 4 madres, esta es mi peculiar historia de amor

  • No tener los mismos derechos ante una separación
    Tengo una amiga en Argentina que tuvo un niño con su novia, la novia fue la madre gestante, y cuando dejaron la relación, la ex no quería que viera al niño. Tuvieron problemas legales durante años. Afortunadamente en España las cosas son distintas y las mamás somos iguales en derechos.
    Clara y yo nos divorciamos y fue doloroso, sobre todo para ella que no eligió la situación. Pero nos llevamos bien porque prima la felicidad de los niños. Compartimos la custodia, están dos semanas con cada una.

    VER: Soy una mujer heterosexual y me enamoré de una madre lesbiana soltera

  • Que mis padres los sintieran «menos nietos» por no tener lazos sanguíneos
    Mis padres son de esos que a mis novias y a mi esposa las llamaban «tu amiga», chapados a la antigua, mi madre comentó una vez durante el primer embarazo «el niño de Clara». Os imagináis lo que me dolió. Tuve que reafirmar mucho el que aunque no fueran mis genes ni mi útero, eran también mis hijos, como su los hubiera adoptado. No sé en su interior cómo se sienten, lo que sí sé es que en sus actos no hacen diferencias y son muy cariñosos con ellos como con el resto de nietos que tienen.

    Ser madre no gestante y no biológica puede acarrear inseguridades, pero después de tantos años de experiencia os digo que la diferencia no se nota, que los niños aman a sus madres como nada en el mundo».

Si quieres compartir tus experiencias escríbenos a info@madreslesbianas.com

«Soy madre y bisexual, y a las lesbianas les doy miedo»

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Lesbianas y bisexuales
Lesbianas y bisexuales

«Mi nombre es Alba y tengo 36 años. Soy ingeniera, feminista, gran lectora, gran viajera. También soy madre. Tengo una niña de 3 años y un chico de 5.

A diferencia de las mujeres que mandáis historias a la fabulosa web de madres lesbianas, yo no tuve a mis hijos a través de reproducción asistida. Los tuve con mi ex novio, quien fue mi pareja por seis años.

VER: Cosas que pasan cuando eres la «madre masculina»

Mi ex y yo tenemos una relación cordial y compartimos la custodia de los niños. Una semana cada uno. Vivimos a dos manzanas de distancia, para que nuestros hijos vayan al cole del barrio y tengan amigos en él.

Estuve enamorada de mi ex, sí, pero el amor se terminó, como pasa en muchas relaciones. Él siempre supo que yo era bisexual, cuando nos conocimos yo acababa de dejar a mi ex novia, con la que estuve entre ideas y venidas, ocho años.

VER: Esta pareja de lesbianas adoptó a cuatro hermanos para que no los separaran

Esta es mi situación actual: tengo muchas ganas de estar con una chica, todos mis sueños eróticos y fantasías sexuales actuales son con el cuerpo de una mujer. Algunas amigas me han presentado otras amigas, una de ellas en particular me encantó.

VER: Mi historia de amor, o por qué mi hija tiene cuatro mamás

Salimos a cenar, nos enrollamos, otro día fuimos a bailar… Cuando la cosa se iba poniendo más intensa ella reculó. Yo, extrañada por su distancia le pregunté abiertamente qué le pasaba. Me lo explicó: yo le gustaba mucho, hace tiempo que no conocía a alguien tan especial. Pero yo era bisexual y eso le generaba desconfianza. Utilizó mi propia historia de vida contra mi: «tuviste una novia muchos años, supongo que después te cansaste de las mujeres y buscaste un hombre y te casaste, supongo que después te cansaste de los hombres y buscaste una mujer. Imagina que tengo una relación contigo, te cansarás de las mujeres y buscarás un hombre».

Me dolió. La chica en cuestión me gustaba bastante.

VER: Soy una mujer heterosexual y me enamoré de una madre lesbiana soltera

Después de ella tuve otras dos experiencias similares, donde a pesar de la química y el buen rollo, las chicas se echaban para atrás por mi bisexualidad.

Las lesbianas me tienen miedo. Como si mi bisexualidad hiciera que mi amor fuera menos real. ¿Por qué una mujer lesbiana puede tener en su pasado cinco novias, mucha inestabilidad, y no asusta tanto como yo, que he tenido relaciones largas, pero con hombres y mujeres?

VER: Carta de una mujer bisexual a una lesbiana

No me parece justo, me parece que los prejuicios y la bifobia de la comunidad LGTB están demás. La única diferencia que tengo es que me enamoro de personas, indiferente de mi género. Soy fiel, jamás he puesto los cuernos, cuando estoy en una relación lo doy todo. Tengo ganas de compartir mi vida, de compartir mi tiempo y abrir mi familia, pero está resultando misión imposible hacerlo junto a una mujer».

Mándanos tu historia a info@madreslesbianas.com

Mi historia de amor. O por qué mi hija tiene cuatro mamás

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cuatro mamás
Cuatro mamás

«Cuando Claudia me pidió el divorcio mi mundo se derrumbó. Es verdad que no atravesábamos el mejor momento porque habernos convertido en madres nos estaba resultando un poco estresante, pero yo la quería de verdad.

Nos habíamos conocido en un congreso de radiología. Ella no paraba de mirarme, y recuerdo que yo pensaba: «¿cómo sabe que soy lesbiana?». Por la noche nos fuimos todos de copa y ella se acercó abiertamente. Tiene una personalidad arrolladora y coqueta. Yo estaba deslumbrada.

VER: «Yo, una mujer heterosexual, me enamoré de una madre lesbiana soltera»

Nos dimos los teléfonos y estuvimos en contacto durante semanas, vivíamos a 300 kilómetros. Un día ella viajó a Madrid, nos fuimos a cenar, y ya no nos separamos más. Nos casamos dos años más tarde, y nos casamos muy enamoradas. Poco después de celebrar nuestro primer aniversario yo estaba embarazada de Zoe. No os imagináis lo feliz que me sentía, teniendo dentro a nuestra pequeña y despertando cada mañana junto a la mujer que amaba.

En mi cabeza tenía trazada el resto de mi vida: Después de Zoe Claudia se embarazaría, teníamos claro que queríamos tener dos. Con el tiempo queríamos comprar una segunda residencia en un pueblo de la sierra e ir los fines de semana. Criar a nuestros hijos y envejecer juntas.

VER: Cosas que pasan cuando eres la «madre masculina»

Pero la vida nunca es como una la planea. Muchas veces es mejor, aunque al principio no lo parezca. 

El primer año de Zoe fue difícil, éramos inexpertas y yo estuve muy nerviosa, rozando en lo insoportable. Claudia intentaba involucrarse lo máximo posible pero para mi nunca era suficiente su ayuda. Fui difícil e intransigente y ella fría y distante en respuesta.

VER: Famosas lesbianas que son madres en España

Nos descuidamos como pareja y el amor se fue extinguiendo. Aún así cuando ella me pidió el divorcio mi mundo se derrumbó. Fue un proceso muy doloroso no solo separarme de mi esposa, también de mi hija, porque comenzamos a compartir la custodia de Zoe, una semana cada una.

Me costó mucho, y no imagináis lo difícil que fue cuando Claudia se enamoró otra vez, cuando mi hija se iba a casa de su otra mamá y Ester, la nueva novia. No sabéis lo que me dolía el estómago cuando Zoe hablaba de lo divertida que era Ester o le hacía un dibujo».

VER: El primer cuento infantil sobre madres lesbianas divorciadas

Es fácil dejarse llevar por la rabia o por el rencor, y no os voy a mentir, fueron mis primeras reacciones. Pero no era justo conmigo ni con Zoe. Me centré en mi felicidad, en mi bienestar, en disfrutar mi vida y en agradecer que Zoe fuera amada por su mami y Ester.

Yo no buscaba nada, no quería pareja ni rollos, pero en un taller de lectura no pude dejar de prestar atención a Carla, una mujer guapa, lista, graciosa. Fantaseaba con ella y esperaba ansiosa la próxima sesión del taller. Era totalmente platónico, hasta que un día, estando todo el grupo de cañas después del taller ella comentó que era lesbiana y tenía novia. Yo comenté que yo también y que estaba divorciada.

VER: Esta pareja de lesbianas adopta a 3 hermanos para que no los separen

A lo largo de los meses nos fuimos acercando, charlando un poco más. Una mirada, otra… El último día del taller, justo antes del verano me contó que se estaba mudando, lo había dejado con su novia. Secretamente me alegré. ¡Que mala!

En septiembre, a la vuelta del verano, me sorprendió un mensaje de ella en el móvil. «¿Qué tal las vacaciones? Si no estás muy ocupada y te apetece podríamos un día ir a tomar algo». Di un gritito de alegría como si tuviera 15 años.

VER: Carta de un universitario: Sin mis dos mamás no sería el hombre que soy ahora

Ahí empezó una historia de amor tan increíble que no os podéis hacer una idea. Carla me hace profundamente feliz. Nuestra relación no se parece a nada que haya vivido antes. Nuestro lazo, nuestra compenetración.

Nos amamos, y lo más importante, ella y Zoe también. La relación entre ambas es muy especial, estrecha y cariñosa.

Zoe en el cole hizo un dibujo que nos mostró su profesora. Era ella y sus «cuatro mamás», según explicó a la clase. «Yo cuando nací tenía una mamá y una mami, pero ahora tengo cuatro mamás y somos muy felices», dijo. Me sentí tan orgullosa. 

Claudia, Ester, Carla y yo somos la familia de Zoe, y nos comportamos como tal. A los actos del cole vamos las cuatro. Las navidades y cumpleaños los pasamos juntas las cinco. La felicidad de nuestra pequeña y la lección de amor que le damos es lo más importante para nosotras.

Adoro a Claudia y le estoy agradecida por la vida que tuvimos juntas y por la hija que tuvimos. Y aunque la ruptura fue dolorosa, fue la preparación que necesitaba para encontrar a mi gran amor».

Gracias a Leticia por compartir su historia. Puedes enviarnos tu historia de amor y maternidad a info@madreslesbianas.com

El senador Zach Wahls, orgulloso de sus mamás lesbianas

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Zach Wahls
Zach Wahls y sus dos mamás

El 15 de julio de 1991 una pareja de lesbianas vivió uno de los días más importantes de su vida, el nacimiento de su hijo Zach Wahls.

La pareja estaba compuesta por Terry Wahls y Jackie Reger. Solo algo empañaba la alegría de coger a su recién nacido en brazos, que Estados Unidos aún no reconocía el matrimonio igualitario y el derecho de filiación, por lo que todos los niños que nacían de parejas de lesbianas solo constaban como hijos de sus madres gestantes.

VER: Yo, una mujer heterosexual, me enamoré de una madre lesbiana soltera

Zach tuvo algunos problemas en el colegio, algunos niños lo acosaban por tener dos mamás, pero no lograron de intimidarlo, lo llenaron de fuerza para luchar por su modelo familia, y así escribió en el periódico escolar varias columnas de opinión sobre lo que era crecer con madres lesbianas.

Zach es ingeniero y desde que se graduó luchó por los derechos de las personas LGTB y las familias homoparentales y lesbomarentales, fundó el grupo de Scouts para la Igualdad, haciendo frente a la gran homofobia que en ese entonces se vivía en esta agrupación.

VER: Cosas que pasan cuando eres la «madre masculina»

Zach Wahls, de 29 años, se hizo famoso hace 9. Pronunció un apasionado discurso en la Cámara de Representantes hablando sobre su familia. Habló de como eran una familia como cualquier otra, se iban de vacaciones, iban a la iglesia, discutían, comían juntos, etcétera. La idea del discurso era luchar por la aprobación del matrimonio igualitario.

VER: Esta pareja de lesbianas adopta a 3 hermanos para que no los separen

Zach tiene una hermana que nació tal como él, de una inseminación artificial con donante anónimo. Este joven ingeniero se siente orgulloso de su familia, y así lo hizo notar.

Hace solo dos años Zach hizo historia, se convirtió en uno de los senadores más jóvenes de Estados Unidos, representante del estado de Iowa.

Zach siempre dice estar muy orgulloso de la lucha de sus mamás lesbianas, y no son solo palabras, toda su vida ha sido activista por la visibilidad y el amor homosexual. Zach es heterosexual, y es un gran ejemplo de cómo son nuestras familias, cómo son nuestros hijos y cómo es el amor con el que los criamos.

Aquí puedes ver el inspirador discurso que dio siendo solo un estudiante, para defender la aprobación del matrimonio igualitario.

Cosas que pasan cuando eres la «madre masculina»

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Cuando eres la madre lesbiana masculina
Cuando eres la madre lesbiana masculina

Ahora que mi mujer está embarazada (dos en camino), y que yo pasé por esa experiencia hace 4 años (tenemos una niña preciosa), puedo decir y digo: ¿por qué a ella nadie le pregunta por qué es la gestante y a mí me lo preguntaron durante todo el embarazo?

VER: La foto de una pareja de lesbianas amamantando ambas a sus gemelos recién nacidos se hace viral

Supongo que llevar el pelo corto y tener una apariencia poco femenina hace que la gente piense que tienes menos instinto maternal (habrá que aclarar qué significa eso de instinto maternal), y esto me recuerda a cuando nos casamos y mucha gente me preguntó si iría con vestido. ¿Acaso me has visto alguna vez llevar vestido en todos estos años? ¿A qué no?  ¿En serio tengo que responder? Pues sí, y no solo has de responder, si no que has de dar explicaciones.

Sí, soy masculina (llevo el pelo corto y voy en pantalones), pero me siento muy a gusto con ser mujer, con haber parido a mi hija y con llevar pajarita en vez de vestido en mi boda, ¿es acaso tan raro?

VER: Esta pareja de lesbianas adoptó a 3 hermanitos para que no los separaran

Qué ignorantes somos todavía en la diversidad humana y con qué absoluta ligereza etiquetamos a alguien solo por un aspecto. Siento mucho contradecir a los estereotipos, pero hay mujeres muy femeninas sin instinto y las hay masculinas con mucho instinto maternal, al igual que hay mujeres masculinas heterosexuales y las hay princesitas lesbianas.

Ver: Lesbianas femeninas versus lesbianas masculinas

Soy psicóloga y charlo continuamente con todo tipo de cerebros y, si algo me ha quedado claro a lo largo de estos años, es que quitando la educación y la cultura (muy, pero que muy poderosos en el desarrollo humano) no hay apenas diferencias entre las personas. Y digo apenas porque claro que las hay, pero no son diferencias significativas a la hora de la verdad.

Al final, debajo de la ropa, pantalón, falda, falda pantalón, pajarita o corbata hay piel y debajo de la piel hay personas con roles diferentes, con actitudes diferentes y con habilidades diferentes, y guiarse por los estereotipos es guiarse por una moral cultural que nos ha dicho cómo hemos de comportarnos dependiendo de lo que tengamos en medio de las piernas.

VER: Lesbianas A y B, ¿cuál eres tú?

Y ahora, ya puedo aclarar qué significa instinto maternal: querer tener un hijo o hija y amarlo por encima de todo (así de simple, que no fácil). ¿Qué tendrá que ver eso con la apariencia que tengas?  La enfermera me llegó a decir que como yo no tenía instinto era normal que no quisiera darle el pecho. Madre mía, le hubiera escupido en un ojo, pero bueno, la ignorancia es atrevida y todavía arrastramos conceptos e ideas arcaicos de lo que significa ser mujer, como si ser mujer fuese ser de una sola forma o manera.

En fin, hasta aquí hemos llegado, a la espera de que mi pequeña familia de tres se convierta de repente en una de cinco (todavía lo estoy asimilando) y descubrir si es verdad eso que dicen (mi mujer la primera) que donde comen tres comen cuatro o cinco, aunque yo, por si acaso, iré preparando mi cerebro y mi hucha para tanto cambio.

Vani G. Leal,
Mujer, madre, psicóloga de vocación y filósofa de corazón.
www.psicoreset.com 

Carta de un universitario: «Sin mis dos madres no sería el hombre que soy ahora»

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Dan Pologe
Dan Pologe tiene dos madres lesbianas

Dan Pologe es un estudiante de la Universidad Clark en Worcester, Massachusetts. Dan creció en Milwaukee, Wisconsin, y fue criado por sus dos madres, Wendy Pologe y María Thoreson. Aunque esta maravillosa carta que estás a punto de leer ya tiene unos años, puesto que era parte de la campaña en la que Don Pologe participó para aprobar el matrimonio igualitario en el estado, su mensaje es tan precioso que creemos que no te lo puedes perder:

«Al igual que muchos niños, crecí con dos progenitores, que estaban dedicados a cada uno de mis movimientos y siempre querían lo mejor para mí en la vida. Simplemente sucedió que, en lugar de tener una madre y un padre, yo tuve dos madres.

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Mis madres son las dos mujeres más fuertes que he conocido. Sin ningún apoyo de sus familias, perseveraron como madres para asegurarse de criarme con valores de justicia e igualdad. Las admiro por su capacidad de resistencia, por su coraje y la capacidad para combatir la adversidad. Para mí, ellas fueron revolucionarias al tomar la decisión de formar una familia en una época donde la sociedad no reconocía su relación, problema que persiste hasta nuestros días.

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La pregunta que me hacen más a menudo cuando comparto mi historia es ¿cómo llamo a mis madres?: Pues María y Wendy, o mamá y mamá. ¿Cómo difiere mi familia de otras familias? Aprendí desde muy temprana edad la importancia de bajar la tapa del inodoro. Ah, y el Día de la Madre es tan importante como un día de Acción de Gracias o el Día de la Independencia. Lo más importante, mis madres me criaron bajo los principios de la no-violencia, la honestidad y el respeto a la humanidad. Estos valores no se basan en el color, el credo o la condición socioeconómica, sino que vienen de la idea de que como seres humanos somos iguales, y son las decisiones que tomamos en la vida las que definen quiénes somos como personas.

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Tener dos madres no siempre fue fácil. Las cosas eran especialmente difíciles en la escuela primaria y secundaria. Hubo momentos en que deseaba no haber tenido dos madres. Pero la razón por la que tenía esos pensamientos no era por mis mamás: era debido a la forma en que otras personas reaccionaban ante ellas. No hay un problema inherente al tener dos padres del mismo sexo. Se trata de si uno es o no aceptado o rechazado por su comunidad.

Tuve que lidiar con la homofobia como otros lidian con el racismo o el sexismo. De hecho, el amor de mis madres me dio la esperanza y también la determinación que entender que lo que soy se define por las decisiones que tomo, no por el género de mis madres. El camino que he seguido y el amor que me brindaron mis madres es lo que importa, no la orientación sexual de mi padre o madre biológicos.

Fui capaz de superar toda esta adversidad gracias al amor y la aceptación que mis madres me inculcaron y pude compartir esos valores con los demás. Para mí, tener dos madres hace que sea más difícil ser parcial, o que sea más fácil darme cuenta cuando lo soy y cambiar eso. Las cuestiones de raza y clase se convirtieron en mi pasión. Decidí que empoderaría y educaría a mis compañeros, trabajando por un cambio colectivo. Quiero nivelar el campo de juego y asegurarme de que los que luchan una batalla similar cuesta arriba no estén solos.

Sí, es cierto que mi crianza podría ser diferente de las otras, de las que se consideran “normales”, pero el amor que recibí y los valores sólidos que han ayudado a definir hoy en día lo que soy, no lo son. Este es un recordatorio del poder que tengo, y el poder que todos tenemos es evidente en nuestra capacidad de dar forma a la narrativa que describe la condición humana del amor. Mis mamás me han dicho que ellas ven nuestra generación como la esperanza del futuro, y asistir a una institución liberal como Clark ha reafirmado esta noción.

Juntos podemos desafiar las convenciones y vencer cualquier obstáculo, sin importar lo difícil que pueda ser. La lucha por la igualdad es mi lucha y esta lucha es realmente importante. Juntos podemos dar grandes pasos para mejorar el futuro y ser parte del cambio de la historia.

Y todo se lo debo al amor y el apoyo de mis dos mamás. Sin ellas no sería el hombre que soy ahora». Don Pologe.

Fuente: Revista Oveja Rosa

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